viernes, 1 de marzo de 2013

AGUARDANDO EL AÑO PASADO - Philip K Dick

Edición original en inglés en 1966.
Editada en castellano por Jucar en 1988.
Traducción de Domingo Santos
235 páginas.

Sinopsis.

Eric Sweetscent es un médico de éxito aunque profundamente infeliz a causa de un matrimonio fracasado. Ve como su vida va enredándose cada vez más en el sin sentido de una guerra interplanetaria, los estragos de una misteriosa droga y los caprichos de un lider político hipocondríaco.

Comentario del libro.
  
 Esta novela no suele figurar en esas listas de mejores obras de Philip K Dick que la crítica especializada realiza de vez en cuando, pero lo cierto es que entre sus fans más acérrimos es normalmente muy bien valorada. La razón de ello es que Aguardando el año pasado aglutina gran parte de las obsesiones de Dick, todas ellas condensadas en una trama lo suficientemente consistente y frenética como para mantener el interés desde la primera a la última página. Son tantas las ideas típicamente dickianas contenidas en sus 235 páginas, que muchos de ellas figuran como meros apuntes, retazos de planteamientos argumentales que no son desarrollados del todo. Quizás esa sea una de las razones por las que esta novela suele calificarse como menor, ya que adolece de una cierta ligereza argumental que la hace parecer inferior de lo que es. Pero por otro lado, irónicamente, esto deja ver también porqué esta novela debe ser tenida en cuenta, pues resulta sorprendente comprobar (una vez más) como Dick es capaz de plantear (aunque sea apresuradamente) multitud de conceptos y reflexiones complejos en un envoltorio de apariencia prácticamente pulp. 

Esta tensión entre simpleza y complejidad es permanente en la obra de Dick. La sencillez de su prosa y la poca espectacularidad de su ciencia-ficción (normalmente nula en cuanto a especulaciones científicas serias) se contraponen a la complejidad psicológica de sus personajes, a sus planteamientos filosóficos vertiginosos, al fino sentido del humor que hay por debajo de su aparente fatalismo y sobre todo al constante espíritu de cuestionamiento que logra transmitir con tan pocos medios. El resultado suelen ser libros electrizantes, a veces algo confusos, pero siempre dotados de interés para quien ha conectado con las ondas dickianas. La novela que reseñamos aquí es un perfecto ejemplo de ello. 

Aguardando el año pasado fue escrito en 1963 (aunque publicada en 1966). Este hecho es importante si tenemos en cuenta que uno de los ingredientes cruciales de este libro es la droga. Según parece Dick no tomó alucinógenos hasta el siguiente año, aunque ya había escrito algunas historias con claras referencias a este tipo de substancias posteriormente admitió que las descripciones de sus efectos se basaban en lo que sabía de oídas (y en algunos episodios psicóticos que presumiblemente habría sufrido en su vida hasta ese momento y que después se intensificarían). Incluso después, cuando ya pasó por la genuina experiencia del LSD, Dick nunca llegó a escribir directamente bajo los efectos de esta substancia (en una entrevista realizada en los años 70 recordaría que lo único que logró en esas condiciones fue hacer una página en latín [1]) ni, pese a su actitud pro-LSD durante un breve periodo de tiempo, nunca llegó a ser un verdadero “creyente” de la religión lisérgica tan en boga en la contracultura de los 60. En la práctica, su relación con las drogas casi se restringió a los estimulantes (que le provocaron una larga adicción y graves daños físicos irreversibles) y el alcohol. Por ello es muy interesante señalar que en Aguardando el año pasado el tema de la droga es expresado en un sentido muy negativo y siniestro. Aparte de describir con detalle un terrible retrato de la adicción, Dick aprovecha también para transmitir la idea de que las drogas pueden ser usadas como un eficiente medio de control por parte de los gobiernos. En esta cuestión Dick se adelantó bastante a las posteriores teorías de conspiración que rodearon el consumo de alucinógenos durante los años 60. 

Todavía en 1963 este tipo de drogas eran un secreto para iniciados, aunque después su consumo, como ya sabemos, conoció una intensa expansión. Estén fundadas o no las diferentes teorías de conspiración alrededor de este tema, ahora está comprobado que una de las principales fuentes de suministro fue el ejército americano, ya que éste llevaba años investigando con substancias como la psilobicina y el ácido lisérgico con intenciones de usarlas como arma o suero de la verdad. A través del llamado proyecto MKUltra se experimentó con presos, enfermos mentales o personal del ejército (muchas veces sin aviso previo); también con voluntarios civiles, muchos de ellos de cierta influencia en la cultura underground, como es el caso del escritor Ken Kesey, a la postre uno de los mayores apólogos de las drogas psicodélicas durante los años 60. Pero a partir de la década de los 70 se comenzó a sugerir desde varios frentes que el gobierno americano había provocado adrede el consumo masivo de drogas para debilitar el compromiso político que había surgido en gran parte de la población a causa de la guerra de Vietnam o la lucha por los derechos civiles [2]. Las detenciones por posesión de drogas, a veces por cantidades irrisorias, fue uno de los medios que la CIA y el FBI usaron para esquilmar durante años las filas de disidentes. Igualmente, tal y como refleja Dick en este libro que reseñamos, las drogas fueron usadas para comprar confidentes. A los alucinógenos se sumaron después los opiáceos, como por ejemplo quedó patente en la inundación de heroína en los ambientes relacionados con los Panteras Negras u otros grupos revolucionarios. Poco importa que en el caso de este libro la droga sea la frohedradina o JJ-180, una substancia evidentemente imaginaria que provoca en que quien la consume la capacidad de viajar en el tiempo y las realidades paralelas. Dick en ningún momento se permite abandonar un tono crítico con la cuestión de la drogadicción (especialmente con las substancias adictivas), aunque por otro lado se explaye en describir sus efectos de una forma fascinante. Esta actitud crítica es más o menos palpable en toda su obra, pero en libros como Una mirada en la oscuridad está expresada con toda su fuerza a través de la desesperación, autodestrucción y estado de irrevocable paranoia en que viven sus personajes, incluyendo referencias explícitamente autobiográficas.


En todo caso, el papel de Philip K Dick en la expansión del consumo de drogas es bastante contradictorio. Como decimos, su interés por las drogas y sus efectos es más que evidente, pero más allá del hedonismo o de la vacua búsqueda de iluminación que animaba a muchos de sus contemporáneos (aunque no puede negarse que algo de eso también habría en Dick) puede decirse que este interés está motivado por las mismas razones que le llevaron a tratar las realidades paralelas, los entornos simulados o los androides. En este autor todo suele llevar a un cuestionamiento de lo aparente, de todo aquello que es tenido por definitivo. Y en el caso de Aguardando el año pasado esta actitud se torna sistemática: las drogas, las realidades paralelas, la manipulación a través de los medios de comunicación o las simples y llanas mentiras enquistadas de un matrimonio en decadencia sirven a Dick para expresar la precariedad de lo real y las apariencias. Su imagen como escritor "drogata" es en muchos sentidos una impostura, tanto como lo es su posterior leyenda como escritor "majara". La entera obra de Dick se fue desenvolviendo alrededor de unas obsesiones constantes y en realidad ninguna de las piezas que la forman es independiente unas de las otras. Su fijación por la religión al final de su vida puede considerarse una extrapolación de sus primeras especulaciones en torno a los simulacros en sus relatos de los años 50. En suma, sean las drogas o la locura, sea la religión o sea la invectiva a la manipulación de los medios de comunicación, todo responde a una actitud que podríamos calificar tan vital como filosófica, tan trágica como heroica, de enfrentamiento a la falsedad y de búsqueda (siempre fallida) de una realidad última y verdadera.

En ese sentido, Aguardando el año pasado, es todo un compendio del espíritu dickiano en todo su esplendor. Su protagonista, Eric Sweetscent, se ve inmerso en un vórtice de constantes vuelcos argumentales que a veces solo duran un párrafo (para volver a transformarse todo en el siguiente) que permanentemente le dejan en un estado de total inseguridad y confusión. Un proceso que a medida que avanza la novela se va acelerando. Como una hoja al viento, Sweetscent se ve impelido por fuerzas mayores, ya sea la maquinaria de una guerra que implica a tres civilizaciones, los efectos de una droga impredecible que altera la percepción del continuo espacio-tiempo, las oscuras motivaciones de un líder hipocondríaco o las meras contradicciones emocionales de una relación matrimonial desastrosa. Dick utiliza a su personaje para ir desgranando una serie de análisis sobre los procesos de simulación o alteración de lo real. Como por ejemplo ocurre con su exposición de Gino Molinari, llamado la Mole, el líder supremo de un planeta Tierra totalmente globalizado bajo el manto de las Naciones Unidas. Es sabido que Dick, por muy izquierdista que fuera (aunque con muchos matices), sentía una intensa fascinación por los líderes carismáticos con tendencias dictatoriales. Pero en este caso Dick utiliza ese rol para plantear la dudosa consistencia del liderazgo en un mundo donde es posible manipular a la población mediante los medios de comunicación o las exigencias del estado de guerra. Durante todo el libro Molinari es una figura no definida del todo, repleta de misterios y posibilidades. Dick plantea la interesante idea de que Molinari sufre un descomunal caso de empatía por la gente que le rodea que le lleva a sufrir (o a simular psicosomáticamente) las enfermedades de los demás, y que pese a eso es un dirigente férreo dispuesto a ordenar fusilar a quien considere necesario. Esto sirve a nuestro autor para equiparar sucesivamente a Molinari con Mussolini, Lincoln o incluso Jesucristo. Y aun así Dick no se queda ahí. Las propiedades de la JJ-180 permiten una serie de planteamientos en torno a la verdadera identidad de Molinari, además de apuntar algunas ideas sobre las conspiraciones y los asesinatos políticos. Todo esto escrito en una época inmediata al asesinato de Kennedy, hecho que con total seguridad impresionó mucho a Dick, como a tantas otras personas. 

En relación a esto, está claro que este libro fue escrito con la mira puesta en el conflicto bélico de Vietnam que se iniciaba en ese momento, siendo un periodo de tiempo bastante lúgubre en la política americana (aunque, por otro lado, ¿acaso han salido alguna vez de eso?). Dick muestra a un planeta Tierra aliado de los lilisterianos, una civilización directamente emparentada con los seres humanos; en contra de los reegs, unos seres de apariencia insectoide, eternos enemigos de Lilistar. Los humanos se han visto así arrastrados a una guerra donde pintan poco, expuestos a las exigencias de un poderoso imperio que en el fondo desprecia a los terrícolas. En mi opinión Dick hace aquí una metáfora de la situación de la población americana a mediados de los años 60, manipulada para aceptar una guerra a miles de kilómetros cuyas motivaciones solo podían encontrarse en el colonialismo ideológico o los intereses económicos de la clase dirigente. Los lilisterianos simbolizan los poderes financieros y políticos, dispuestos a asesinar presidentes más o menos aperturistas, líderes disidentes y en suma criminalizar y perseguir a todo aquel que se opusiera a las exigencias del estado de guerra. Los reegs bien podrían ser una alegoría del eterno enemigo, ese Otro absoluto tan usado por los gobiernos para manipular y dominar los sentimientos nacionalistas belicosos, ya sea en la figura de los rusos, los vietnamitas o más recientemente los afganos e iraquíes.

Entre otros elementos que son imprescindibles de señalar de esta novela se encuentra el protagonismo de Katherine Sweetscent, la esposa del personaje principal. Como bien es sabido los personajes femeninos dickianos, muy especialmente las esposas de los antihéroes que pueblan sus ficciones, suelen cumplir un rol de juez y verdugo, siempre en una labor de desestabilización. Se ha querido interpretar esto como una señal de misoginia, algo que en cierta medida es cierto, pero por otro lado es evidente que se deriva de la tormentosa relación que Dick mantuvo con sus 5 esposas y otras tantas relaciones. Tal y como él admite en Aguardando el año pasado a través del personaje de Eric Sweetscent, parecía sentirse atraído una y otra vez por el mismo tipo de mujer incompatible con su carácter. Todos estos fracasos sentimentales terminaron por reflejarse en sus ficciones, ya de por si plagados de detalles autobiográficos. Aun así, Katherine Sweetscent, aun cumpliendo todos los requisitos del personaje femenino dickiano, especialmente por su comportamiento esquizoide (que en realidad se debe a sus excesos con las drogas) y la constante presión que ejerce en su marido para que suba de escalafón social y económico, es un elemento que cumple una función importante para la trama más allá de ese rol tiránico. Tanto que su punto de vista es expresado ampliamente en primera persona en bastantes pasajes del libro, lo cual no es muy común en la obra de Dick (de hecho, aparte de algunos relatos, solo escribió una novela de ciencia-ficción donde el protagonista principal fuera una mujer y además en primera persona, se trata de La transmigración de Timothy Archer).

En fin, con esta reseña que querido demostrar que Aguardando el año pasado, pese  a que no suele ser muy recordada dentro de la bibliografía de Dick, no es precisamente una novela falta de interés. Además de los citados, son muchos otros los elementos a tener en cuenta. Por solo poner un par de muestras más: el personaje de Bruce Himmel, un trabajador de baja categoría que se dedica en sus ratos libres a reparar componentes robóticos desechados para después dejarlos libres por la ciudad “porque se lo merecen”. Y en segundo lugar, el fragmento del Washington de 1935 que Virgil Ackerman, el jefe de Eric Sweetscent, se está erigiendo en Marte como fiel reconstrucción hasta en los más mínimos detalles del limitado mundo de sus recuerdos infantiles. Este concepto de un entorno simulado o artificial, ya sea físicamente como por medios virtuales, es una constante en Dick, algo que puede comprobarse en muchos de sus relatos y en novelas como Tiempo desarticulado o Un ojo en el cielo. Algo que después también ha podido verse en el cine más deudor de Dick, como pueden ser películas como El show de Truman o Matrix. 

Así pues, Aguardando el año pasado es un libro que con seguridad apasionará a los lectores asiduos de Philip K Dick. Es una novela que arranca despacio pero a medida que avanza va cogiendo velocidad hasta un puro vértigo de incansables giros argumentales. Su final quizás dejará un poco frío a mucha gente, pero resulta totalmente coherente dentro del universo dickiano. En definitiva, este libro es una muestra más del genio de un escritor que a estas alturas se ha ganado por méritos propios el estatus de legendario. 

Reseña de Antonio Ramírez

1. Ver referencia en esta entrevista 
2. Bibliografía sobre el tema: Sueños de ácido. Una historia social del LSD, la CIA y todo lo demás. Editorial Castellarte 2002. 

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