domingo, 3 de febrero de 2013

EL VIAJE DE CHEJOV - Ian Watson

Primera edición en inglés en 1983.
Publicada en castellano por La biblioteca del laberinto en 2012.
Traducción de Francisco Arellano.
205 páginas.

Sinopsis.

El escritor Anton Chejov emprende en 1890 un viaje hacia Siberia. Sin embargo este viaje no resulta ser lo que se imaginaba para convertirse en algo que tendrá profunda repercusiones en el devenir de la ciencia y la propia historia de Rusia.

Comentario del libro.

Ian Watson es uno de esos autores con los que dificilmente puedo ser, como se suele decir, objetivo. No ya porque sea uno de mis escritores de ciencia-ficción favoritos (por mucho que lo considere muy irregular), sino porque su literatura no es de esas que puedan juzgarse mediante parámetros precisamente objetivos y yo diría que hasta racionales. Sus historias, sus personajes, sus resoluciones suelen tener una base que podría definirse como delirante (aunque en el fondo siempre haya una aguda inteligencia trabajando), pero nada de eso es realmente criticable si con ello logra su meta: maravillarnos.

Pocos son los autores de ciencia-ficción que saben dirigir tan bien al lector a ese terreno donde lo racional se abre a un espacio mental donde las ideas juegan libremente entre si. Un juego estético y especulativo que si logra abrirse camino nos lleva al vértigo de lo imaginario. La ciencia-ficción, en este caso, no se remite tanto a lo científico como a lo que podríamos llamar la pura intuición en torno a conceptos que nos rebasan, pero que sentimos como cruciales: el lenguaje, el tiempo, la consciencia, el conocimiento y para decirlo de una forma terriblemente general, la naturaleza de la realidad que percibimos. Escritores de la estirpe de Stanislaw Lem, Philip K. Dick, Ted Chiang o Greg Egan, y en ese grupo yo añadiría a Ian Watson, suelen enfocar sus invenciones de tal manera que nos predisponen a la audacia especulativa alrededor de esos temas, algo así como un estado mental muy sensible y exento de las barreras lógicas que suelen encorsetar nuestros procesos mentales normales. Está claro que es literatura, incluso un mero entretenimiento si queremos verlo así, pero por momentos sentimos que es algo más.

Una vez dicho esto hay que señalar que Watson, si bien perteneciendo con todo derecho a esta escuela más especulativa dentro de la ciencia-ficción, también es un tremendo gamberro que no duda en echar mano de lo esperpéntico, del humor, incluso de lo kitsch, para ornamentar sus historias. Por ello sus elucubraciones nunca se revisten del todo, para bien o para mal, de ese aire de solemne trascendencia que si vemos en otros escritores similares, restándole quizás credibilidad para algunos lectores. Pero en mi opinión, esta falta de solemnidad aporta a su literatura una acidez más que beneficiosa, como ocurre con El viaje de Chejov, novela que responde a la faceta más gamberra de Ian Watson. Como en otras de sus obras, como por ejemplo Visitantes milagrosos y en menor grado Carne (fallida, pero muy ingeniosa en muchos de sus planteamientos), el humor y lo estravagante no son inconvenientes, sino valores añadidos que terminan por asimilarse perfectamente. Leyendo El viaje de Chejov uno no tiene muy claro si está siendo víctima de una broma, pero de camino es bombardeado con ideas más que sugestivas. Así, conceptos ambiciosos se dan la mano con otros burdamente grotescos, el resultado es sin duda original, pero también arriesgado. Por ejemplo: una nave que es capaz de viajar a las estrellas más lejanas usando para ello el flujo del tiempo y el movimiento galáctico; este navío tiene la forma de un inmenso símbolo comunista con la hoz y el martillo. Esta imagen no es precisamente lo que se dice muy seria, más bien nos trae a la mente la ciencia-ficción más chusca, pero lo cierto es que tiene su propia lógica dentro de la historia. 


Si aceptamos las reglas de Watson todo es posible. Sus ideas parten de conexiones sorprendentes y absolutamente inéditas, siempre basadas en una fascinante dialéctica propia de las prácticas del surrealismo que no excluye unir conceptos y hechos que en apariencia son irreconciliables. En esta ocasión vamos a leer sobre la vida de Chejov, la miseria en Siberia, el misterio de Tunguska, paradojas temporales, realidades paralelas, hipnosis, chamanismo y algunas nociones de la difícil historia de Rusia desde el tiempo de los zares hasta el régimen soviético, todo ello en poco más de 200 páginas. Pero Watson no se conforma con eso, siempre tiende al más difícil todavía. ¿Porqué no sacar en el libro tres realidades paralelas a la vez? 

No obstante, hay que señalar que esta novela que reseñamos aquí no puede situarse al mismo nivel que otros libros más complejos de Watson, como son Empotrados o El modelo Jonás. Digamos que es bastante menos densa en cuanto a ideas por página, no exije tanto al lector, pero a cambio es directamente entretenida, dejándonos la sensación de haber leido un libro que recupera la esencia de la literatura de aventuras, aunque sin prescindir por ello de ciertos elementos de ciencia-ficción de alto voltaje.

La edición (al parecer bastante limitada) española ha corrido a cargo de La biblioteca del tiempo, editorial que se esfuerza por dar a sus libros un aire pulp más que atractivo. No obstante, en mi opinión la traducción está algo descuidada, como por ejemplo ocurre con la abundancia de repeticiones de términos en una misma frase, o quizás simplemente sea una fiel adaptación a nuestro idioma de la prosa desquiciada del propio Watson, no lo se. En definitiva, y al fin y al cabo lo más importante, se trata un libro muy recomendable, especialmente para los seguidores de Ian Watson pero también para todos los aficionados a la ciencia-ficción más aventurera.

Reseña de Antonio Ramírez

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