domingo, 27 de enero de 2013

LUPUS - Frederik Peeters

Edición original en Francés entre 2005 y 2007 (4 tomos).
Editado en castellano por Astiberri.
400 páginas. 

He aprendido en el transcurrir de mis días que en ciertos aspectos el arte funciona como un vientre en donde uno se gesta en cierta medida a sí mismo, vivir significa entre otras muchas cosas el ir cargado de una multitud de nacimientos propios, darse a luz sucesivamente como si la infancia y su terrible continuidad en la adolescencia fueran algún tipo de caverna desde la que uno se siembra, se desarrolla y crece, para experimentar una sucesión entre finita e incontable de nacimientos.

La luz, aún siendo con total seguridad la misma, no siempre ilumina las mismas cosas en los diferentes cuandos. Mi relación con el tebeo es herrática y difícil, continuamente voy y vengo, por momentos pleno de actividad, las más de las veces en períodos de largísimo inmovilismo. Reconozco en todo caso un amor incomensurable, que me excede en tanto que cosa limitada y carnal, que probablemente diga y dependa más de mis carencias que de otra cosa.

Lupus es una aventura de ciencia ficción, una historia de amor, un relato de formación, de descubrimiento, de soledad... pero sobre todo (y sí, sé que es de perogrullo) un tebeo. Toda poiesis es por definición un hacer con las manos, por eso el arte parte y llega siempre del tocar, busca maneras y caminos de alcanzar un roce, una caricia o directamente hostias inmisericordes. En su aspecto más prosaico quizás se limite a pasar entre puntillas en la multitud de estados que configuran eso que llaman emociones, cabalgando sensaciones o explotando en la imaginación lienzos que parecían no existir. De los dedos surgen bastos espacios en donde la imaginación construye quimeras y salvaciones, símbolos que modifican la realidad que cohabita en los interiores de nosotros y que expanden la comprensión del entendimiento de lo que somos en el mundo.

Para mi los tebeos son modos de configurar varitas mágicas, que instruyen y decostruyen, que inventan redescubriendo. 

Lupus parece no pretender gran cosa, es en gran medida un momento de entretenimiento, de evasión, un tipo de paréntesis que nos envuelve en ocasiones en suaves algodones y que parecen no tener más razón y motivo que el sostener un espacio de paz, un remanso entre la cotidianía delirante de los días.


Dos amigos de la infancia que pasan por ese difícil momento fronterizo que promete un alejamiento definitivo, esa crisis que puntua el alejamiento decisivo, gastan sus ahorros en una vulgar nave de carga. Su objetivo aparente es el de pegarse unas vacaciones indefinidas pescando por el por el cosmos, yendo de planeta en planeta, sin embargo la realidad no es otra que el ir metiendose toda droga inimaginable. Se pasan el tiempo fumando porros, consumiendo anfetas y todo tipo de drogas psicodélicas alienígenas. Están juntos pero separados, cada cual en su universo de extrañezas, navegando entre silencios y secretos que los distancia progresivamente hacia el abismo, hasta que en un perdido planeta industrial topan con una chica que alterará sus planes de manera irreversible. 

Peeters tiene un trazo grueso que aparentemente es poco detallista y funcional, la prosa que usa es igualmente cotidiana y poco dada a la poesía elaborada, y sin embargo desde la primera viñeta te tiene clavado en la página. Todo parece funcional y sencillo, pero no lo es. La construcción de personajes sin ser demasiado complicada da para contar mucho desde lo poco. Puede que por eso todos los puntos que toque no dejen de ser momentos que universalmente todos hemos, o estamos, pasando. La soledad como manifestación de una cárcel en la que nos sentimos extrañados, el amor como una necesaria pero dolorosa partida, un movimiento que troca lo troca lo centrífugo en centrípeto y que por su misma naturaleza implica la asunción de dolor, de ese extrañamiento de la existencia. 

Se ha hablado mucho del parentesco del cine con el arte de la viñeta, ciertamente hay mucha retroalimentación de ambas formas artísticas, pero también lo es que esto se da en toda manifestación de arte concebible. Más allá de lo narrativo el tebeo es un modo de contar que tiene bastantes características propias. El tiempo por ejemplo, es entregado en gran medida al lector, que lo gestiona de un modo menos pasivo, requiere a su manera un desentreñar lo simbólico en donde la imaginación encuentra un tipo de fertilidad propia y diferenciada. En el espacio que separa las viñetas, como indicaba Scott McCloud, se encierran misterios poderosos, formas misteriosas de desentrañar lo simbólico que van más allá la aparente sencillez de unos trazos dibujados.

Peeters se mueve con soltura en la composición de la página, en esa narrativa que te arrastra por momentos tensos de acción en donde lo que ocurre excede al mero movimiento, donde se ilustra el carácter de los personajes de manera muy significativa y al mismo tiempo articula un discurso de una movilidad continuada. Todo pasa rápido y al mismo tiempo incide en una reflexión pausada. Por momentos hay instantes tremendamente significativos que señalan puntos de no retorno. Y no deja de ser simplemente una aventura.

Sostenía Leguin en una de sus obras más extensas (y menos lograda desgraciadamente) que en general toda narración humana es un eterno retorno al hogar. Uno contempla la Odisea como una manifestación de todas las historias, de todos los cuentos que nos contamos, ese viaje constante al origen, una suerte de fuga continuada para reencontrar lo que se ha perdido y que jamás es lo que se espera, la confrontación con la propia sombra.

Toda huida es un viaje de retorno.

Reseña de Jose Luis Martínez

No hay comentarios:

Publicar un comentario