viernes, 9 de noviembre de 2012

ENEMIGO MÍO - Barry B. Longyear

Primera edición original en inglés en 1979.
Editado en castellano por Robel.
Traducción de Domingo Santos.
Incluido en la colección El doble de ciencia-ficción, vol.3
115 páginas.
 
Sinopsis. 

Dos combatientes de una guerra interplanetaria, un humano y un draco, quedan atrapados en un mundo deshabitado y hostil. Deben dejar a un lado sus diferencias para poder sobrevivir.

Comentario del libro.

Los personajes de la ficción actual suelen ser esquivos moralmente, están llenos de dudas y ambigüedad en sus motivaciones, o bien entran directamente en eso que se ha venido a llamar lo políticamente incorrecto, siendo cínicos y oportunistas sin tapujos. Evidentemente todo esto tiene sus pros y sus contras, pero lo cierto es que el mundo real, sea lo que sea eso, no es un papel en blanco donde las virtudes y defectos humanos puedan ser pulcramente delimitados. La literatura moderna, muy especialmente a partir del siglo XX, ha intentado reflejar cada vez más (con mayor o menor fortuna) la idea de que el bien y el mal son conceptos compenetrados y difusos. El resultado, tan propio del posmodernismo, ha sido abstenerse cada vez más de describir en términos absolutos ambos extremos del comportamiento humano.

No obstante, a diferencia de los escritores realistas, los cuales no pueden permitirse el lujo de identificar nítidamente el bien y el mal (en sus múltiples aspectos, como por ejemplo en la política) sin ser rápidamente tildados de tendenciosos, partidistas o moralistas, en el terror, la fantasía o la ciencia-ficción si es todavía posible, aunque sea mediante subterfugios literarios, contravenir esa regla del posmodernismo sin resultar excesivamente escandaloso. Al igual que en esas fábulas antiguas donde los animales servían como metáforas de los seres humanos, los géneros más imaginarios permiten hablar del mundo real con unas licencias imposibles en el realismo. En estos géneros también ha habido el mismo proceso de relativización que en el resto de la literatura, pero la resistencia ha sido más durarera. Y seguramente una de las razones que llevan a gran cantidad de críticos a tildar de infantiles o ingenuas a muchas obras pertenecientes al terror, la fantasía o la ciencia-ficción, sea precisamente la reminiscencia de un discurso maniqueista donde el bien y el mal, identificados mediantes personajes y símbolos muy precisos, permanecen en claro antagonismo.

¿Puede calificarse Enemigo mío como una novela infantil o ingenua? Yo creo que no, de ninguna manera. Por una parte, la falta de acción trepidante, sumado a la clara emotividad de la trama, puede que la hagan desfasada y blanda para muchos lectores. Pero precisamente esa emotividad, expuesta sin pudor alguno, quizás resulte hoy en día más extrema que, por ejemplo, toda la violencia explícita que podamos imaginar. Por otro lado, no es correcto hablar de maniqueísmo para definir esta novela. Los dos personajes centrales no simbolizan dos alternativas morales ni ideológicas. Su enfrentamiento es circunstancial, condicionado a un contexto como es una guerra donde ambos individuos no son más que engranajes insertados en una estructura entretejida por intereses ajenos. Una vez eliminado ese contexto y planteado uno nuevo donde la colaboración es sinónimo de supervivencia, ese enfrentamiento deja de tener sentido. En un comienzo por fuerza, después por la pura amistad que surge entre ambos, la relación entre los dos personajes así como el contexto en el que se movían, se transforman en algo totalmente diferente. 

Así pues,  Barry B. Longyear, lejos de simplificar la situación a un antagonismo del bien y el mal, y a la vez teniendo el coraje de superar la relativización imperante, planteó con esta novela un escenario donde los personajes toman decisiones en términos absolutos, donde sus motivaciones, aunque no descritas en gran profundidad (me imagino que por tratarse de una novela corta), pueden ser identificadas por el lector como parte el bien, el bien sin paliativos ni excusas. Y quizás esa falta de profundización en las razones de los personajes, sin una psicologización excesiva que podría falsearlas y aun menos un discurso pedagógico (ni afortunadamente algún mensaje religioso de ningún tipo) que dirija los sentimientos de los lectores, sea precisamente el motivo por el que esta novela logre emocionar tan intensamente, puesto es gratificante encontrar una ficción donde es posible reconocer el bien brillando por si mismo. Identificarse con esos personajes es reconocernos en sus motivaciones. Así de sencillo, ni más ni menos, aunque no sea ésta una época en que eso sea muy común.


Reseña de Antonio Ramírez


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